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Unidad didáctica 3. Utilidad de las estadísticas de mortalidad

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Índice de la unidad 3

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Introducción histórica a las estadísticas de mortalidad

Los sistemas nacionales de registro de los sucesos vitales surgen en el mundo moderno asociado a la aparición de estados nacionales centralizados que necesitaban cada vez más un aparato administrativo eficaz.

Si bien desde el siglo XVI se conservan en España buenas series históricas de registros parroquiales con inscripciones regulares de defunciones, no es hasta el siglo XIX cuando se obliga por ley (Real Orden de 23 de Mayo de 1801) a los párrocos a confeccionar una lista de bautismos, matrimonios y entierros que deberán ser remitidos a la Administración Pública. Esta legislación se enmarca en los sucesivos intentos de consolidar los Registros Civiles que se producen durante el siglo XIX y que van produciendo su paulatina integración en una Administración Estatal Centralizada: en 1823 se obliga a los Ayuntamientos a confeccionar un libro de registro, aunque la documentación deberá ser enviada periódicamente al Ministerio de Gobernación. En el año 1856 se crea "la Comisión Estadística General del Reino" y se le encarga, entre otras tareas, la elaboración de las estadísticas de los datos de los Registros Civiles.

Hasta el año 1870 en el que se implanta el Registro Civil en España, los datos para las estadísticas del Movimiento Natural de la Población (MNP) se obtenían directamente de los registros parroquiales. A partir de entonces son los Registros Civiles las fuentes de esta información y los encargados de suministrarlas al Órgano Oficial Estadístico para que éste realice las estadísticas del MNP.

Las estadísticas de defunciones junto con el resto de estadísticas del MNP (nacimientos y matrimonios) se confeccionaban en esta época a partir de unos boletines obtenidos directamente de las inscripciones de los libros del Registro Civil. No es hasta la reforma de 1960 y casi coincidiendo con la ley del Registro Civil de 1957, cuando se implantan los Boletines Estadísticos de Defunción (BED) independientes de los utilizados por los Registros Civiles. Con la introducción de estos boletines se amplió considerablemente la cantidad de información recogida.

Los boletines de defunciones utilizados en el año 1997 corresponden básicamente a los de la reforma de 1975 donde se simplificó bastante el BED, eliminando algunas preguntas de interpretación dudosa y adaptando su formato a los ya disponibles medios de explotación electrónica. En dicho año se implantó un nuevo formato de boletín con el fin de hacer más atractiva y lógica su presentación, facilitando así su cumplimentación.

La reforma constitucional y administrativa del Estado Español y la creación de las Administraciones Autonómicas ha producido de manera lógica el surgimiento de los órganos estadísticos autonómicos que paulatinamente han ido asumiendo competencias y entre ellas las referidas al MNP y en particular la de las estadísticas de defunciones. Con el desarrollo de este proceso de descentralización, las administraciones autonómicas han necesitado de información estadística ágil y detallada. En el campo de las estadísticas de defunciones esta demanda creciente ha favorecido la firma de convenios de colaboración entre el Instituto Nacional de Estadística (INE) y los órganos estadísticos de las Comunidades Autónomas para la confección de las mismas.

El desarrollo histórico de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE)

La estadística de causas de muerte tiene una rica tradición histórica. Es tradicional remontarse a John Graunt (1620-1674), mercero de profesión, y miembro de la "Royal Society of London". En su obra "Natural and political observations made upon of bills of mortality" (1662) introdujo los métodos numéricos para el estudio de los fenómenos vitales siguiendo las bases de W. Petty (1623-1687). Aunque sin duda, es la labor de William Farr (1807-1883) la que fundamentara las estadísticas de mortalidad en su forma moderna a lo largo de sus 40 años como estadístico, registrador general desde 1839.

Si bien existen importantes antecedentes de elaboración de una clasificación estándar para uso general, como la clasificación de William Cullen (1710-1790), publicada en Edimburgo en 1785. Cullen era contemporáneo de Linneo, padre de las taxonomías botánicas y zoológicas. Farr es en gran manera, el padre de la actual Clasificación Internacional de Enfermedades. Gran parte de su trabajo en la Oficina del Registro General de Inglaterra y Gales, consistió en aprovechar y mejorar las clasificaciones de enfermedades preexistentes. Gracias a esta labor el 1º Congreso Internacional de estadística reunido en Bruselas en 1853 reconoció la utilidad de una clasificación uniforme de las causas de defunción, de tal manera que encargó a los doctores W. Farr y M. D'Spiner que "prepararan una nomenclatura uniforme de causas de defunción aplicable a todos los países".

La clasificación sobre la que trabajó Farr estaba originalmente estructurada en cinco grupos: enfermedades epidémicas, enfermedades constitucionales, enfermedades localizadas y subclasificadas por la localización anatómica, enfermedades del desarrollo y enfermedades que son consecuencia de un traumatismo. Aun hoy en día es fácil reconocer este tronco común en la estructura de la clasificación vigente.

Si bien en la reunión de 1855 se confeccionó una lista ecléctica entre la presentada por Farr y la D'Espiner, en la revisión de esta clasificación en París en 1864 así como en las revisiones sucesivas de 1874, 1880 y 1886, se terminó imponiendo los principios de la clasificación de Farr.

La primera Lista Internacional de Causas de Muerte aprobada por un organismo internacional fue la elaborada por Jacques Bertillon (1851-1922), jefe de los trabajos de estadística de la ciudad de París, presentada en la reunión del Instituto Internacional de Estadística en Chicago en 1893. Esta clasificación se regía por los principios originalmente adoptados por Farr de distinguir las enfermedades generales de aquellas con localización anatómica precisa y fue rápidamente adoptada por varios países.

En 1899 la asamblea del Instituto Internacional de Estadística aprueba un sistema de revisión decenal de esta clasificación, siguiendo las recomendaciones de la Asociación Médica Americana e insta a todas las oficinas estadísticas que aun no se hubieran adherido, a que se adhieran a él.

En París en 1900, se convoca la 1ª revisión de la CIE produciendo una lista detallada de 179 rúbricas y una abreviada de 35. Las sucesivas revisiones se aprueban en las conferencias Internacionales de 1910 (2ª), 1920 (3ª), 1924 (4ª), 1938 (5ª), 1948 (6ª), 1955 (7ª), 1965 (8ª), 1975 (9ª), y 1999 (10ª).

Es obvio que la CIE tiene inconvenientes. El principal de ellos es que debe de satisfacer muchos intereses distintos, por lo que su construcción histórica ha consistido más en conciliar estos intereses que imponer una clasificación consistente basada en un solo criterio. Los diversos títulos que la componen son el resultado de una serie de acuerdos entre las distintas clasificaciones basadas en la etiología, la localización anatómica y las situaciones relacionadas con el inicio de la enfermedad. Esta situación es difícilmente evitable ya que una sola clasificación tiene que dar respuesta a las distintas necesidades especializadas y proveer por otro lado de una base común de clasificación para uso general.

A pesar de estos inconvenientes la CIE ha tenido la gran virtud de suministrar un sistema de clasificación uniforme, consensuado y aceptado por el conjunto de la comunidad científica internacional, con casi un siglo de experiencia y con continuas revisiones y puestas al día. Pocas clasificaciones en este u otro campo disciplinario pueden aportar este currículum.