Los recursos de información farmacoterapéutica sobre el interferón beta 1-a consultados (la ficha técnica de la Agencia española de medicamentos y productos sanitarios(1), y las evaluaciones del fármaco de Uptodate y Dynamed(2,3)) no mencionan entre las posibles reacciones adversas o efectos secundarios de esta sustancia el aumento del riesgo cardiovascular del paciente con esclerosis múltiple (EM). Se comenta, sin embargo, como reacción adversa poco frecuente (≥1/1.000 a <1/100) la posibilidad de que se se presenten acontecimientos tromboembólicos y trastornos vasculares oculares (p. ej., retinopatía, exudados algodonosos y obstrucción de la arteria o vena retiniana) (ambas reacciones adversas identificadas durante la vigilancia después de la comercialización).
En la evaluación del fármaco de Uptodate(2), una guía de práctica clínica(4) y un sumario de evidencia de Dynamed(5) se señala además que, eventualmente, se han reportado casos de cardiomiopatía y/o insuficiencia cardiaca tras la utilización de interferón beta 1-a.
Tampoco se identifica un posible aumento del riesgo cardiovascular del paciente con EM en tratamiento con interferón beta 1-a en las guías de práctica clínica(4,6,7) o los sumarios de evidencia(5,8) que abordan el manejo de la EM y que han sido revisados.
La búsqueda en las bases de datos de estudios habituales identifica dos estudios que pueden ser de interés para dar respuesta a la cuestión planteada (en uno de ellos, un estudio de cohortes retrospectivo, se encuentra una asociación estadística entre la utilización de interferón beta en pacientes con EM y el aumento de determinados factores de riesgo cardiovascular y en el otro se informa de la aparición de un proceso trombótico ocular tras tratamiento con interferón beta durante largo plazo):
En el estudio de cohortes(9) se evaluó la asociación 1) entre el uso de tratamientos modificadores de la enfermedad (TME) (interferón-beta, acetato de glatiramero, natalizumab) y factores de riesgo cardiovascular en la EM, y 2) la asociación entre el uso de fármacos cardiovasculares (antihipertensivos, hipolipemiantes y antiagregantes plaquetarios) y otros fármacos que actúan sobre el sistema cardiovascular (antiespásticos, anticonvulsivos, ansiolíticos, antidepresivos, estimulantes) y la gravedad de la EM. Para ello se revisaron retrospectivamente los datos de de 188 pacientes con EM, que estaban tomando uno de los tres TME, y 110 pacientes, que no habían sido expuestos a estos fármacos (pacientes TME-naïve).
Respecto al primer aspecto analizado, se observó que el uso de TME se asoció, de forma significativa, con mayores cifras de tensión arterial diastólica, así como a niveles plasmáticos más altos de glucosa en plasma y de colesterol HDL (los resultados fueron corregidos en base a las diferencias en la edad, la duración de la enfermedad, y el uso de fármacos cardiovasculares y relacionados).
Las diferencias en los factores de riesgo cardiovascular entre usuarios de TME y los pacientes TME-naïve fueron más significativas en el grupo de pacientes con EM crónica progresiva respecto a los pacientes con EM remitente recidivante.
Aunque se observaron que porcentajes más altos de usuarios de TME estaban en tratamiento con fármacos antihipertensivos (33,6 vs 19,5%), hipolipemiantes (23,2 vs 11,8%), y antiplaquetarios (26,3 vs 19,0%), en comparación con pacientes TME-naïve, después de la corrección en base a los factores de confusión (edad y duración de la enfermedad), las diferencias entre los grupos no fueron estadísticamente significativas.
Al comparar los efectos diferenciales de los TME sobre los factores de riesgo cardiovascular (corrigiendo los resultados en base a las diferencias en la edad y la duración de la enfermedad) se apreció que, en comparación con los pacientes TME-naïve, el uso de interferón-beta se asoció con un mayor porcentaje de pacientes que tenían los niveles de colesterol total, los niveles plasmáticos de glucosa, y las lecturas de presión arterial sistólica y diastólica por encima de los rangos normales. Estas diferencias alcanzaron significación estadística para la glucosa plasmática (29,5 vs 13,8%; p = 0,008) y la presión arterial diastólica (24,4 vs 5,3%,; p = 0,01). Sin embargo, el uso de interferón-beta también se asoció con un menor porcentaje de pacientes que tenían niveles plasmáticos de colesterol HDL por debajo de 40 mg/dl, en comparación con los pacientes TME-naïve (12,5 vs 18,6%; p = 0,05). En relación a los cambios observados, los autores destacan que se carece de datos sobre la duración del tratamiento necesaria para inducir estos cambios.
Por otro lado se localiza el informe de un caso(10) de una paciente con EM y tratamiento con interferón beta durante 10 años, en la cual se diagnóstico una oclusión de las ramas arteriales combinada con una oclusión de la vena central de la retina. En la paciente se descartaron otros factores de riesgo tromboembólicos o cardiovasculares, y se propuso como posible causa del evento trombótico la exposición continuada al interferón beta.